El Papa Traza las Sendas por las que Avanza el
Diálogo Interreligioso Se hace eco de la sed de Dios presente en todo hombre y religión CIUDAD DEL VATICANO, 29 nov (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha querido dar esta mañana un decidido empujón al diálogo entre los creyentes de las religiones, un tema, que como él reconoció «ha cobrado una gran actualidad en nuestro tiempo». En la tradicional audiencia de los miércoles, cuando quedan pocas semanas para que concluya el gran Jubileo del año 2000, el Santo Padre insistió en una de las dimensiones que él ha impreso al año santo, el diálogo entre las religiones y que, como él mismo recordó, ha tenido uno de sus momentos de máxima expresión en su peregrinación a Tierra Santa el mes de marzo pasado. La intervención pontificia tiene lugar casi tres meses después de que se publicara, con su aprobación, la Instrucción vaticana «Dominus Iesus», en la que la Congregación para la Doctrina de la Fe aclara que el diálogo con las demás religiones, si es auténtico, no debe llevar a los católicos a renunciar a su fe en la salvación única y universal traída por Jesús y su Iglesia. Escuchaban al Papa 30 mil peregrinos de todos los continentes, con quienes el pontífice se hizo eco de ese clamor de la humanidad que busca conocer el rostro de Dios. Recorrió así los grandes pasajes del Antiguo Testamento en los que los profetas se hacen intérpretes de la sed de Dios que siempre ha caracterizado al hombre. «¿No tenemos todos nosotros un mismo Padre? ¿No nos ha creado el mismo Dios?, preguntó el sucesor de Pedro recordando las desgarradoras preguntas de Malaquías. «Una cierta forma de fe se abre, por tanto, en la invocación de Dios, incluso cuando su rostro es "desconocido"», continuó diciendo el pontífice. Esta fe «lleva a la esperanza», continuó diciendo. «Una esperanza que todavía no está iluminada por la revelación, que la pone en relación con las promesas divinas y hace de ella una virtud "teologal"». «Los libros sagrados de las religiones se abren a la esperanza --aclaró-- en la medida en que entreabren un horizonte de comunión divina, delinean para la historia una meta de purificación y de salvación, promueven la búsqueda de la verdad y defienden los valores de la vida, de la santidad y de la justicia, de la paz y de la libertad». «Con esta tensión profunda --continuó--, que resiste incluso en medio de las contradicciones humanas, la experiencia religiosa abre a los hombres al don divino de la caridad y a sus exigencias». ¿Cómo es posible, entonces, entablar un diálogo entre los católicos y los demás creyentes? En respuesta a esta pregunta, Juan Pablo II profundizó en las dos dimensiones de este diálogo. Ante todo, dijo, «este diálogo se manifiesta en el compromiso común de todos los creyentes por la justicia, la solidaridad y la paz». Un diálogo que «se expresa en las relaciones culturales, que siembran semillas de ideales y de trascendencia en las tierras con frecuencia áridas, de la política, de la económica, de la existencia social»». En segundo lugar, el diálogo también tendrá que afrontar las cuestiones propiamente religiosas. En este sentido, indicó el obispo de Roma, el diálogo interreligioso tiene que ser una oportunidad para que los católicos den «testimonio íntegro de la fe en Cristo, único Salvador del mundo». Este diálogo, dijo el Papa, requiere de los católicos «la humildad de la escucha para comprender y valorar todo rayo de luz, que es siempre fruto del Espíritu de Cristo, independientemente de donde venga». Una experiencia que el pontífice, reconoció, pudo vivir personalmente en aquel «saludo de paz» que tuvo por escenario Jerusalén, el mes de marzo pasado, dando así «un nuevo paso en el diálogo recíproco». ZS00112905 Juan Pablo II: La religión no puede ser un pretexto para la hostilidad Mensaje pontificio a la Conferencia Mundial sobre Religión y Paz CIUDAD DEL VATICANO, 29 nov (ZENIT.org).- «La religión no es y no debe convertirse en un pretexto para la hostilidad». Lo afirma con claridad Juan Pablo II en un mensaje enviado con motivo de la celebración del trigésimo aniversario de la fundación de la Conferencia Mundial sobre Religión y Paz En la misiva, enviada con este motivo al cardenal Peter Seiichi Shirayanagi --las celebraciones han tenido lugar en Kioto (Japón), entre 27 y el 28 de noviembre-- el Santo Padre elogia los esfuerzos de esa organización por «construir un mundo de paz». La Conferencia Mundial de las Religiones por la Paz (WCRP) es un foro interreligioso a nivel mundial que trabaja por la solución de situaciones y factores que ponen en peligro la paz mundial y la dignidad humana. Reconocida como organización no gubernamental por las Naciones Unidas, la Conferencia está presente en más de 60 países y adhieren las principales confesiones religiosas del planeta. Con estos objetivos, la WCRP tiene encuentros periódicos a nivel local, nacional, continental y mundial, a través de una estructura coordinada por las oficinas internacionales con sede en Ginebra y Nueva York. Entre los copresidentes de este organismo, se encuentran entre otros el cardenal William Keeler, arzobispo de Baltimore, Chiara Lubich, fundadora de los Focolares, y el presidente de Indonesia. «En los últimos años, la Conferencia Mundial sobre Religión y Paz se ha dedicado particularmente a la reconciliación de comunidades que se hallan divididas debido a los conflictos y a las guerras --constata en su mensaje el Papa--. Vuestros esfuerzos para ayudar a los afectados por el odio y la violencia expresan una verdad que yo mismo he buscado afirmar en numerosas ocasiones, que la religión no es y no debe convertirse en un pretexto para la hostilidad, en particular cuando coinciden la identidad religiosa, cultural y étnica». «Al hacer frente a los acuciantes problemas de la sociedad globalizada actual --continúa subrayando Juan Pablo II-- todas las religiones deben sentirse llamadas a realizar nuevos esfuerzos para cooperar en la promoción de la vida humana en su dignidad, en la defensa de la familia, en la mitigación de la pobreza, en la instauración de la justicia, en la ayuda para defender el ecosistema de nuestra tierra». «La colaboración entre las diferentes religiones debe basarse en el rechazo del fanatismo, del extremismo y del antagonismo mutuo que lleva a la violencia --concluye el Papa--. Conocemos muy bien la importancia de la educación como medio de promoción de comprensión mutua, de cooperación y de respeto». ZS00112906
Juan Pablo II: «Fe, esperanza y caridad
en el diálogo interreligioso» 3. Una cierta forma de fe se abre, por tanto, en la invocación de Dios,
incluso cuando su rostro es «desconocido» (Cf. Hechos de los Apóstoles,
17,23). Toda la humanidad tiende hacia
la auténtica adoración de Dios y a la comunión fraterna de los hombres bajo
la acción del «Espíritu de verdad, que actúa más allá de los confines
visibles del Cuerpo Místico» («Redemptor hominis», 6). 4. Iluminada por esta luz, la fe de todos los pueblos lleva a la esperanza.
Una esperanza que todavía no está iluminada por la revelación, que la pone en
relación con las promesas divinas y hace de ella una virtud «teologal». Sin
embargo, los libros sagrados de las religiones se abren a la esperanza en la
medida en que entreabren un horizonte de comunión divina, delinean para la
historia una meta de purificación y de salvación, promueven la búsqueda de la
verdad y defienden los valores de la vida, de la santidad y de la justicia, de
la paz y de la libertad. Con esta tensión profunda, que resiste incluso en medio de las
contradicciones humanas, la experiencia religiosa abre a los hombres al don
divino de la caridad y a sus exigencias. |
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