ZENIT, 6 de abril de 2000 EL MUNDO VISTO DESDE ROMA
Uganda: Asi Funcionaba la Secta que ha Provocado la Muerte de Mil Personas

El testimonio de un sacerdote que formó parte del grupo

KAMPALA, 6 abr (ZENIT.org-FIDES) - «Ha sido Mwerinde la que mandó asesinar a todas esas personas», afirma Paul Ikazire, sacerdote ugandés de 83 años que, de 1991 a 1994, fue miembro de la secta del «Movimiento para la restauración de los diez mandamientos de Dios». Paul reconstruye su experiencia, contribuyendo así a descubrir los mecanismos internos de la secta. Para él, la responsable de todo es la antigua prostituta Credonia Mwerinde, «obsesionada por el deseo de obtener las propiedades de los adeptos».

El reverendo Ikazire, que en 1994 volvió arrepentido a la Iglesia católica, refiere que, al inicio, el «Movimiento», aunque nacido como protesta contra la Iglesia católica, parecía animado de buenos propósitos: «La Iglesia parecía retroceder cada vez más; había sacerdotes cubiertos de escándalos y el SIDA exterminaba a los fieles. Pensábamos verdaderamente que había llegado el fin del mundo».

Ikazire, que en los primeros años de su adhesión a la secta no informó a su obispo, era responsable de un grupo de seguidores de la secta en Rugazi y Bunyaruguru; otras filiales de la secta se encontraban en Kitabi, Kanungu (lugar del incendio del 17 de marzo) y Rukungiri. En estos lugares y en otros terrenos pertenecientes a la secta, la policía está descubriendo fosas comunes. El número de víctimas, incluidas las del incendio, supera las mil.

«La regla de oro de la secta --dice el sacerdote-- era el silencio: sólo se podían mover los labios para recitar himnos y oraciones. Si alguien tenía una idea, debía escribirla en un folio y entregarla a Credonia Mwerinde, que la leía y decidía si hacerla pública o censurarla. Aparte de esto, no había comunicación entre los adeptos».

Según Ikazire, la función del líder Joseph Kibwetere, actualmente buscado por la policía junto a Mwerinde, era ficticia: «servía para imponer una autoridad masculina a los adeptos, pero el verdadero jefe era la mujer».

Sobre las actividades de la secta dominaba una cúpula de 12 «apóstoles», de la que el padre Ikazire formó parte hasta su salida. Los miembros de la cúpula no trabajaban, pero se reunían todos los días para «generar nuevas ideas para el culto». Todos los demás eran obligados a trabajar reciamente: «Cada mañana, excepto el domingo, iban a los campos para trabajar sin descanso y sin romper jamás la consigna del silencio». Volvían a las 10 de la mañana para un frugal desayuno, que consistía en un plato de sopa, y luego regresaban al trabajo hasta las seis de la tarde. Cenaban también frugalmente y luego se reunían para rezar; después se iban a dormir. Comencé a mirar estas cosas con desconfianza, porque los líderes obligaban a los adeptos a vender todo y a vivir monásticamente. Yo me oponía a esta idea, pero, a causa de la regla del silencio, no podía protestar públicamente».

El día de la salida de la secta llegó para el padre Ikazire el 27 de febrero de 1994. Ese día estaba encargado de pronunciar el sermón y afortunadamente no estaba presente ningún miembro de la «cúpula». «Les dije que el silencio era una violación de nuestros derechos y que vender los bienes era un medio para reducirnos a la miseria y reducirnos a la esclavitud --recuerda el sacerdote--. Luego me fui». Solamente una religiosa, Secondina Bwongyero, y unos 70 adeptos siguieron el ejemplo del sacerdote.

La conclusión del padre Izakire es amarga: «Habían predicho el fin del mundo ya en 1992. Después predijeron mi muerte para junio de 1994 (cuando los abandoné). Yo sigo viviendo, pero Mwerinde causó la muerte de toda esa gente».

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