ISRAEL: El Papa Mas Popular que El Rabino Yossef

Sondeo tras la peregrinación del pontífice a Tierra Santa

TEL AVIV, 31 mar (ZENIT.org).- La popularidad de Juan Pablo II supera entre los israelíes a la del rabino Ovadia Yossef (líder del partido Shas, con 17 diputados en el Parlamento), según revela un sondeo de opinión realizado por la empresa internacional «Gallup» y publicado por el diario «Maariv».

El pontífice ha obtenido el 41 por ciento de la población, mientras que el rabino cuenta con el apoyo del 33 por ciento. El 14 por ciento de los 600 israelíes entrevistados han añadido que sienten la misma estima por el Papa y por el rabino.

La popularidad del Papa alcanza niveles máximos entre los árabes israelíes (62 por ciento), entre los nuevos emigrantes (47 por ciento) y entre los simpatizantes del Partido Laborista (57 por ciento). Entre los electores del Likud, Partido de derechas en la oposición, la estima por el pontífice desciende al 18 por ciento, mientras que los judíos ultra-ortodoxos no tienen ninguna estima por el obispo de Roma.

Antes de la peregrinación a Tierra Santa, un sondeo realizado por un sitio en Internet estipulaba que el israelí con más popularidad era el rabino jefe Israel Meir Lau (16 por ciento), mientras que el Papa sólo contaba con el 8 por ciento de los votos.

En el último sondeo de «Gallup», el 42 por ciento de los entrevistados se ha dicho favorable a garantizar a la Iglesia católica un estatuto especial en Jerusalén.

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El Papa se Ganó el Corazón de Israelíes y Palestinos durante su Viaje

Marzo 27, 2000
Actualizado: 9:29 AM EST (1429 GMT)

JERUSALEN -- El papa Juan Pablo II consiguió ganarse los corazones tanto de los israelíes como de los palestinos durante su reciente peregrinación de seis días por Tierra Santa, que concluyó el domingo.

La llegada del Pontífice a Israel la semana pasada estaba llena de curiosidad y suspicacias, debido a que muchos judíos responsabilizan a la Iglesia Católica de contribuir con su silencio al genocidio nazi, e incluso algunos grupos extremistas habían amenazado con desestabilizar la visita papal.

Sin embargo, Juan Pablo II dejó una estrella en Tierra Santa. "Conquistó nuestros corazones", declaró el ministro israelí de Relaciones Exteriores, David Levy, horas después de que el Papa pidiera perdón a Dios por el mal trato de la iglesia a los judíos en una nota que introdujo en una grieta del Muro de los Lamentos.

"Tocó el muro y fue tocado por el muro", dijo el ministro israelí de la Diáspora, el rabino Michael Melchior. "Me sentí muy conmovido. Este es el principio de una nueva etapa histórica", comentó.

Juan Pablo II también logró satisfacer a los palestinos, sin cumplir explícitamente con sus esperanzas de obtener respaldo para su objetivo de un estado independiente con Jerusalén como capital.

"Las palabras del Papa entraron en nuestros corazones", indicó un editorial del periódico Al-Hayat Al-Jadida después de que el Pontífice expresara su apoyo a una patria palestina durante su visita a la localidad de Belén, el lugar donde, según la tradición, nació Jesucristo.

Los palestinos también aclamaron la visita papal a un campo de refugiados palestinos cerca de Belén y su llamado a una solución urgente para el problema de los que se quedaron sin hogar tras la creación del Estado de Israel en 1948.

"El discurso pronunciado por su Santidad en Belén demostró lo que el presidente (de la Autoridad Palestina Yasser) Arafat dijo sobre el tradicional apoyo del Papa a los derechos del pueblo palestino", indicó el periódico Al-Quds.

"Las palabras dichas por su Santidad sobre el derecho de los palestinos a una patria pudieron no ser directas, o abiertas, pero el contenido del discurso no necesita mucha aclaración", agregó.

Aunque el Papa tampoco presentó una disculpa explícita a Israel por el Holocausto, su visita fue muy diferente a la de su predecesor Pablo VI hace 36 años.

Esta vez, Juan Pablo II se reunió con el presidente israelí, Ezer Weizman, así como con los rabinos jefe antes de visitar el monumento al Holocausto en Yad Vashem, mientras que Pablo VI nunca pronunció la palabra "Israel" durante su breve visita y dijo haber estado demasiado ocupado para reunirse con líderes religiosos.

El primer ministro israelí, Ehud Barak, encomió los esfuerzos del Pontífice por reconciliarse con los judíos durante sus 22 años de papado.

"Usted ha hecho más que nadie para traer este histórico cambio en la actitud de la Iglesia hacia el pueblo judío... y para curar las heridas que supuraron durante muchos amargos siglos", manifestó Barak en Yad Vashem.

Un columnista del periódico israelí Haaretz dijo que la presencia del Papa sacó a los judíos de su existencia, a menudo tensa y cargada políticamente, para reflexionar sobre las razones por las que la Tierra Santa es tan importante para los judíos, y a la vez tan contenciosa.

"Este impresionante peregrino... este sacerdote extranjero, el Obispo polaco de Roma, devolvió al país a su historia durante unos pocos días", escribió Ari Shavit.

Agregó que el Papa consiguió llevar su mensaje de reconciliación a la tierra por la que han luchado durante años los cristianos, judíos y musulmanes.

"De repente pareció como si, a pesar de todo, al final del largo camino, conseguiremos hablar unos con otros. Cristianos y judíos, judíos y palestinos", concluyó.

(Con información de la Agence France Press)

Fonte: http://cnnenespanol.com/2000/mundo/medio/03/27/pope/index.html 


ZENIT, 26 de marzo de 2000 EL MUNDO VISTO DESDE ROMA
Juan Pablo II, "¿Justo Entre las Naciones?"

La propuesta llega al Parlamento de Israel

TEL AVIV, 26 mar (ZENIT.org).- Entre los judíos que han seguido de cerca la visita de Juan Pablo II a Israel destaca un ingeniero de Beer Sheba (Negev), Eliahu Wajcer, un superviviente del ghetto de Varsovia, que en días pasados invitó al presidente del Parlamento Avraham Burg, una carta muy amplia con fotocopias de una vieja revista y con una petición: proclamar a Karol Wojtyla «Justo entre las Naciones», el reconocimiento más elevado que ofrece el Estado de Israel a quienes hicieron todo lo posible para salvar a los judíos del genocidio.

Wajcer escribía en su misiva que «Juan Pablo II ha hecho más que nadie para reconciliar a la Iglesia con el pueblo judío». Y añade: «ofrecerle el reconocimiento de "Justo" permitiría abrir una nueva página de la historia entre judíos y cristianos».

Hasta ahora, ni el presidente del Parlamento ni el Memorial del Holocausto Yad va-Shem han comentado la iniciativa. La proclamación de un «Justo» requiere serias investigaciones históricas, testimonios directos, meses de trabajo...

Wajcer, quien fue compañero en el campo de concentración de Buchenwald del escritor Elie Wiesel y de Israel Meir Lau, actual gran rabino asquenazí de Israel, sigue interesándose por la cultura polaca. Por ello, se va con frecuencia a la biblioteca para ojear revistas de historia contemporánea, entre las que se encuentra «Zank», publicación editada en Varsovia.

«En el número de mayo-junio de 1988 el escritor Stanislav Krajewski describió con detalle una historia relativa a Karol Wojtyla», explica Wajcer.  Se trata de informaciones que no son nuevas, pero que en Israel no eran de dominio público.

Wajcer recoge el caso de una pareja de judíos de Cracovia que, en 1942, al sentirse en peligro de vida a causa de las persecuciones antisemitas, entregó su hijo de dos años a amigos católicos. Al terminar la guerra, éstos constataron que los padres naturales del niño habían muerto. Mientras tanto se habían encariñado con el niño y deseaban bautizarlo. Pidieron consejo al sacerdote Karol Wojtyla. Ante la sorpresa de la pareja católica, el padre Wojtyla les dijo que si ésta era la voluntad de sus padres, el niño tenía que ser educado en la fe judía.

La pareja hizo complicadas investigaciones para buscar a otros familiares del niño. Al final encontraron a unos parientes en Estados Unidos que aceptaron recibirle. «Aquel niño se convirtió en un judío ortodoxo», revela Wajcer. Según el ingeniero, con este gesto, Wojtyla sorprendió a un rabino polaco, Israel Spira, llamado «el justo de Lubishev». «Dios tiene caminos misteriosos para mostrar su voluntad --dijo el rabino Spira a sus discípulos comentando su ejemplo--. Quien salva un alma de Israel es como si salvara al mundo entero. Este sacerdote es digno de convertirse en un Papa».

Lo más interesante es que la respuesta que dio el futuro Papa a la familia que quería bautizar al niño no hace más que repetir lo que siempre ha dicho la Iglesia católica a través de su historia. Ya el Concilio de Toledo estableció que mientras un niño judío no alcanza el uso de razón no puede ser bautizado en contra de la voluntad original de sus padres, aunque éstos hayan fallecido. Esta enseñanza fue retomada por Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica, III, cuestión 68, artículo 10.

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EE. UU.: La Camara de Representantes Nombra a un Capellan Catolico

WASHINGTON, 24 mar (ZENIT.org) - Es un hecho sin precedentes en la historia legislativa estadounidense: el presidente de la Cámara de Representantes designó ayer a un sacerdote católico como capellán de esa institución. El sacerdote Daniel Coughlin, vicario sacerdotal de la arquidiócesis de Chicago, será el primer católico que estará a disposición para asistir espiritualmente a los miembros de la Cámara baja y sus familiares. Al hacerse pública la noticia, el padre calificó la designación como «totalmente inesperada».

Y no era para menos. Su nombramiento tiene lugar después de que se retirara del cargo el ministro presbiteriano Charles Wright, cuatro meses de haber sido elegido. Su sucesor natural parecía ser el padre Tim O'Brien, sin embargo, su nombre no fue tenido en cuenta. 

En las semanas pasadas, Estados Unidos había asistido a una  curiosa polémica, pues en el momento del nombramiento del ministro Wright muchas voces habían pedido que finalmente se ofreciera este cargo a un católico. 

Dado que la decisión había sido tomada por  la mayoría republicana, algunos representantes demócratas acusaron a los republicanos de albergar prejuicios contra los católicos. Los republicanos rechazaron con firmeza esta acusación.

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El Papa Confiara el Tercer Milenio ante la Imagen de Fatima en Roma

Se confirma el viaje a Portugal para beatificar a los pastorcillos 

CIUDAD DEL VATICANO, 22 mar (ZENIT.org).- El 8 de octubre próximo Juan Pablo II pondrá en manos de María el tercer milenio. La noticia ha sido anunciada por el arzobispo Crescenzio Sepe, secretario general del Comité vaticano para el Jubileo. Y lo hará ante la estatua de la Virgen de Fátima, que con este motivo será trasladada unos días a Roma. 

El acto tendrá lugar en el mismo momento en que obispos de todo el mundo vendrán a Roma para celebrar su Jubileo. La idea de traer la estatua de la imagen de Fátima es del mismo Papa. 

El obispo del santuario la acogió con gran disponibilidad. Monseñor Sepe ha revelado a los micrófonos de «Radio Vaticano»: «Nos estamos organizando para el transporte, pero sobre todo para la veneración en los días en los que la Virgen estará presente en el Vaticano, en San Pedro. Creo que será uno de los momentos marianos más fuertes de todo el Jubileo». 

El momento en el que el Papa confiará el tercer milenio a María tendrá al final de la Eucaristía que celebrará con todos los obispos con motivo de su Jubileo de categoría. «La imagen de la Virgen vendrá a Roma unos días antes --explica Sepe--, por este motivo, estamos organizándonos para que todos los fieles que quieran venerarla puedan hacerlo». Por el momento, se ha previsto que la imagen de la Virgen no salga del Vaticano. 

El Santo Padre no ha aprobado todavía el programa que seguirá la imagen, pero será publicado próximamente. Monseñor Sepe ha confirmado también que Juan Pablo II ha aceptado la invitación del obispo de Fátima para celebrar la beatificación de los dos pastorcillos videntes de las apariciones, Francisco y Jacinta, el próximo 13 de mayo en el mismo santuario.  

El arzobispo ha revelado que el Santo Padre llegará un día antes, el viernes 12 de mayo, y el 13 presidirá la celebración Eucarística de beatificación en la explanada del santuario.

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Cardenal Rivera Advierte Sobre Peligro de Sectas

MÉXICO DF, 21 Mar. (ACI).- El Arzobispo de México, Cardenal Norberto Rivera Carrera, advirtió sobre el peligro que significan las sectas evangélicas fundamentalistas que llegan incluso a cometer "crímenes tremendos".

El Cardenal se refirió a las sectas de corte apocalíptico, y recordó lo ocurrido este fin de semana en Uganda, donde cerca de 300 miembros de la secta "Movimiento por la restauración de los 10 Mandamientos de Dios" se suicidaron colectivamente en el interior de un templo que terminó devorado por las llamas.

El Purpurado sostuvo que los hechos demuestran que estos grupos seudorreligiosos promueven, "más que prácticas religiosas, desviaciones de la religiosidad".

"Son desviaciones de la práctica religiosa ya que cuando se da ese sentido fatal a la religión se pierde la esencia de la unión con Dios, siempre a favor de la vida y el respeto a la dignidad de la persona humana", agregó.

El Cardenal aseguró desconocer si en México opera alguna filial de esta secta o si existen grupos apocalípticos que promuevan suicidios colectivos, y afirmó que "no conozco de una secta así en México que tenga esas intenciones. Ojalá que nunca lleguemos a crímenes tan tremendos".

Luego agregó que más que prácticas religiosas son desviaciones, porque cuando se da ese sentido a la religión, se pierde el sentido de la vida y la esencia de la unión con Dios.

Fonte: http://www.aciprensa.com/notic2000/marzo/notic906.htm 


Un Papa Celebra Misa por Primera vez en el Cenaculo 

Juan Pablo II emocionado en el lugar de la Última Cena 

JERUSALEN, 23 mar (ZENIT.org).- Por primera vez en la historia, un obispo de Roma repitió a primeras horas de la mañana, en privado, el gesto de la fracción del pan en la sala superior del Cenáculo, el mismo lugar en el que antes de la Pasión, Cristo celebró la Última Cena con los doce apóstoles e instituyó la Eucaristía. Ha sido una celebración histórica, pues a Pablo VI, en 1964, no se le permitió celebrar Misa en este lugar. 

Antes de la celebración, Juan Pablo II explicó su significado con estas palabras: «He deseado ardientemente visitar como peregrino este lugar santo para celebrar la Eucaristía aquí, donde el Señor, en la noche en que se entregó voluntariamente a la pasión, instituyó el sacerdocio ministerial y nos dejó su cuerpo y su sangre en memoria de su muerte gloriosa». 

En la homilía de la concelebración en la que también participaron los líderes católicos de Tierra Santa y los cardenales y prelados que le acompañan en su peregrinación, el Santo Padre explicó que hoy, «en cierto sentido, Pedro y los apóstoles, en la persona de sus sucesores, han regresado al Cenáculo para profesar la fe perenne de la Iglesia: Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado, Cristo volverá"». 

La presencia sacramental de Cristo en la Eucaristía es la mayor riqueza de la Iglesia, añadió el Papa visiblemente conmovido. La Eucaristía es quien la edifica, pues «las manos que partieron el pan para los discípulos durante la Última Cena se abrirían después en la cruz para reunir a todo pueblo en torno a Él, en el Reino eterno del Padre». «Cristo a muerto, Cristo ha resucitado, Cristo volverá: este es el misterio de la fe que proclamamos en cada celebración eucarística --aclaró--. Jesucristo, el sacerdote de la nueva y eterna Alianza, redimió al mundo con su propia sangre; resucitado de entre los muertos, fue a prepararnos un lugar en la casa del Padre. En el Espíritu que nos ha hecho hijos amados de Dios en la unidad del Cuerpo de Cristo, esperamos su regreso con gozosa esperanza». 

Al final de la Eucaristía, el Papa firmó la tradicional Carta a los sacerdotes con motivo del Jueves Santo de este año, aquí, en el Cenáculo, donde la vocación de todo presbítero encuentra su razón de ser. «¿Qué mejor oportunidad para este año santo?», se preguntó el Papa. 

Con motivo de esta histórica visita del Papa a Tierra Santa, el Estado de Israel ha prometido que restituirá el Cenáculo a la Santa Sede. Desde 1967, es propiedad del gobierno israelí, quien lo ha confiado al Ministerio de Culto. El edificio, considerado como la primera sede de la Iglesia naciente, es también meta de peregrinación de los judíos, pues consideran que aquí se encuentra la sepultura de David, aunque no existe ningún testimonio arqueológico que lo demuestre. De hecho, la sala en que Jesús lavó los pies a los discípulos, hoy día es una sinagoga. En el pasado, fue utilizado también como lugar de culto musulmán. 

El claustro que lleva al segundo piso, el del Cenáculo, es ahora un Museo del Holocausto y una Escuela Rabínica. Ahora el gobierno israelí se muestra disponible para cederlo a los católicos a cambio de iglesia de Santa María Blanca de Toledo, una sinagoga que fue transformada en lugar de culto católico. 

Los franciscanos que custodian los santos lugares habían sido expulsados de aquí por el régimen otomano en 1551. Desde entonces, durante siglos, trataron de recuperarlo, recurriendo incluso a las instancias internacionales.

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«LA RIQUEZA MAS GRANDE DE LA IGLESIA» Homilía del Papa al celebrar la Eucaristía en el Cenáculo de Jerusalén

JERUSALEN, 23 mar (ZENIT.org).- La primera Eucaristía de un pontífice en el mismo lugar en el que Cristo celebró la Última Cena e instituyó el sacerdocio ofreció a Juan Pablo II la oportunidad de penetrar en el misterioso --y escandaloso-- misterio que se vive en el altar. «Esta presencia es la riqueza más grande de la Iglesia». Ofrecemos las palabras de la homilía pronunciada en el Cenáculo de Jerusalén, donde celebró Misa en privado junto a los obispos de Tierra Santa y sus colaboradores. 

1. «Este es mi cuerpo». Reunidos en el cuarto de arriba, hemos escuchado la narración del Evangelio de la Última Cena. Hemos escuchado palabras que surgen de las profundidades del misterio de la Encarnación del Hijo de Dios. Jesús toma el pan, lo bendice y lo parte, después se lo da a sus discípulos, diciendo: «Este es mi cuerpo». 

La alianza de Dios con su Pueblo está a punto de culminar en el sacrificio de su Hijo, la Palabra Eterna hecha carne. Están a punto de ser realizadas las antiguas profecías: «Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo.¡He aquí que vengo.a hacer, oh Dios, tu voluntad!» (Hebreos 10, 5-7). 

En la Encarnación, el Hijo de Dios, de la misma naturaleza que el Padre, se hizo hombre y recibió un cuerpo de la Virgen María. Y ahora, en la noche anterior a su muerte, les dice a sus discípulos: «Este es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros». Con gran emoción escuchamos una vez más estas palabras que fueron pronunciadas aquí en el cuarto de arriba, hace dos mil años. 

Desde entonces han sido repetidas, generación tras generación, por los que compartimos el sacerdocio de Cristo a través del sacramento del orden. De este modo, Cristo repite constantemente estas palabras, a través de la voz de sus sacerdotes, en cada rincón del mundo. 

2. «Este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía». En cumplimiento al mandato de Cristo, la Iglesia repite estas palabras cada día en la celebración de la Eucaristía. Palabras que emergen de las profundidades del misterio de la redención. 

En la celebración de la cena pascual en el cuarto de arriba, Jesús tomó el cáliz llena de vino, lo bendijo y lo pasó a sus discípulos. Formaba parte del rito pascual del Antiguo Testamento. Pero Cristo, sacerdote de la Alianza nueva y eterna, pronunció estas palabras para proclamar el misterio de la salvación de su pasión y muerte. Bajo las especies de pan y vino instituyó los signos sacramentales del sacrificio de su cuerpo y su sangre. «Por tu cruz y resurrección sálvanos, Salvador del mundo».

En cada santa Misa, proclamamos este «misterio de fe», que durante dos milenios ha nutrido y sostenido la Iglesia que peregrina en medio de persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, proclamando la cruz y muerte del Señor hasta su venida (cf. «Lumen Gentium», 8). En un cierto sentido, Pedro y los apóstoles, en las personas de sus sucesores, han vuelto hoy a la sala del piso superior, para profesar la fe perenne de la Iglesia: «Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado, Cristo volverá». 

3. De hecho, la primera lectura de la liturgia de hoy nos remonta a la vida de la primera comunidad cristiana. Los discípulos «acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones» (Hechos 2, 42). «Fractio panis». La Eucaristía es tanto un banquete de comunión en la Alianza nueva y eterna, como el sacrificio que hace presente el poder salvífico de la cruz. 

Desde un principio, el misterio de la Eucaristía ha estado siempre ligado a la enseñanza al seguimiento de los apóstoles y a la proclamación de la Palabra de Dios, que habló en el pasado por medio de los profetas y ahora, de manera definitiva, en Jesucristo (cf. Hebreos 1, 1-2). 

Allá donde se pronuncien las palabras "Este es mi cuerpo" y la invocación del Espíritu Santo, la Iglesia se ve fortalecida en la fe de los apóstoles y en la unidad que tiene en el Espíritu Santo su origen y vínculo. 

4. San Pablo, el apóstol de los pueblos, comprendió claramente que la Eucaristía, al ser participación en el cuerpo y la sangre de Cristo, es también un misterio de comunión espiritual en la Iglesia. «Porque aún siendo muchos, un sólo pan y un sólo cuerpo somos, pues todos participamos de un sólo pan» (1 Corintios 10, 17). En la Eucaristía, Cristo el buen pastor que dio su vida por su rebaño, se queda en su Iglesia. 

¿No es acaso la Eucaristía la presencia sacramental de Cristo en todos los que participamos del único pan y del único cáliz? Esta presencia es la riqueza más grande de la Iglesia. Cristo edifica a la Iglesia mediante la Eucaristía.

Las manos que partieron el pan a los discípulos durante la Ultima Cena se extendieron sobre la cruz para reunir a todos los pueblos a su alrededor en el Reino eterno del Padre. A través de la celebración eucarística, Él nunca cesa de guiar a los hombres y mujeres para que sean miembros efectivos de su Cuerpo. 

5. «Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado, Cristo vendrá nuevamente». Éste es el «misterio de fe» que proclamamos en cada celebración de la Eucaristía. Jesucristo, el Sacerdote de la Alianza nueva y eterna, ha redimido al mundo con su sangre. Resucitado de entre los muertos, se ha ido a prepararnos un lugar en la casa de Su Padre. Esperamos su venida con gozosa esperanza en el Espíritu que nos ha hecho hijos amados de Dios, en la unidad del Cuerpo de Cristo. 

Este año del Gran Jubileo es una oportunidad especial para que los sacerdotes crezcan en la consideración del misterio que celebran en el altar. Por este motivo, deseo firmar la Carta a los Sacerdotes con motivo del Jueves Santo de este año aquí, en la sala superior, donde fue instituido el único sacerdocio de Jesucristo, que todos nosotros compartimos. 

Celebrando esta Eucaristía en el cuarto superior, en Jerusalén, estamos unidos a la Iglesia de todo tiempo y lugar. Unidos con la cabeza, estamos en comunión con Pedro y los apóstoles y sus sucesores por los siglos. En unión con María, los santos y mártires, y todos los bautizados que han vivido en la gracia del Espíritu Santo, alzamos nuestra voz para gritar: «Marana tha!»; «¡Ven Señor Jesús!» (cf. Apocalipsis 22,17). Llévanos, a nosotros y a todos tus elegidos, a la plenitud de la gracia en tu Reino eterno. Amén.

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