EL MUNDO QUE VIENE / ANALISIS: ¿ES LA VERDAD LO QUE MUESTRAN LAS PANTALLAS DE LA TV?
El nuevo orden internacional o la guerra a la libertad de pensar

El discurso de la Casa Blanca es una nueva versión del pensamiento único · No admite discusión ni disidencia

OSVALDO TCHERKASKI. De la Redacción de Clarín.

El que piensa es un terrorista. O mejor, quien ahora se resista a ver el mundo como la Casa Blanca dice que es deberá enfrentar la posibilidad certera de muerte y destrucción. Esta fue la primera fase de la respuesta militar que el alto mando estadounidense lanzó sobre el mundo entero luego del devastador operativo suicida que el martes pasado destruyó las Torres Gemelas de Wall Street, símbolo y sede del capitalismo universal, y golpeó al Pentágono, símbolo y sede de la superioridad militar estadounidense.

El lanzamiento de la segunda fase parece inminente y promete ser no sólo devastadora sino indiscriminada; en primer lugar contra Afganistán, donde se refugia el multimillonario saudita Osama bin Laden, caracterizado como el Satanás del siglo XXI, a quien se responsabiliza del ataque terrorista con aviones de línea norteamericanos, pero que también puede incluir a países como Irak, Sudán y acaso Pakistán, que ocupa una posición estratégica, al sur de Afganistán, según "filtraciones" difundidas el viernes por el diario The New York Times.

Al identificar el terrible ataque terrorista con el estallido de la Tercera Guerra Mundial, el gobierno del presidente George Bush hijo, deja de lado sutilezas diplomáticas y acuerdos internacionales de respeto a la neutralidad y a las fronteras nacionales.

Lo más impactante de esta reacción bélica, es que no se conocen evidencias ni resultados de investigación sobre las causas, el origen y los responsables de la tragedia del martes, como tampoco se conoce, todavía, cuántas vidas fueron segadas en los lugares atacados.

En cambio, hemos tenido y seguimos teniendo en las pantallas de TV una cobertura que repite el modelo de la Guerra del Golfo en 1991: la trasmisión en cadena de imágenes vistas desde el principio, en este caso las que reproducen "en directo" el impacto de los aviones contra las Torres Gemelas, el salvataje entre los escombros de un extremo de Manhattan, o los rostros y gestos de la alta dirigencia estadounidense al hacer declaraciones. Salvo alguna excepción —en lugar de George Bush padre, George Bush hijo, como presidente—, el elenco que desfila en las pantallas es el mismo que el de la cruzada contra Saddam Hussein.

Otra coincidencia: como entonces, los diarios norteamericanos tampoco investigan lo sucedido, ni recurren a fuentes independientes de la máquina que se ha puesto en marcha, para elaborar la información y entrever su sentido; actúan como la TV, según lo dispuesto por el alto mando de Washington, su nueva política exterior y su flamante doctrina estratégico-militar.

El viernes, la redacción del diario O Globo, de Río de Janeiro, analizaba un video que podría revelar que las escenas que recorrieron el mundo mostrando a un grupo de palestinos, en el Líbano, festejando el atentado del martes, corresponden a 1991, en celebración de la invasión a Kuwait por parte de Irak.

Fue lo que había realizado la CNN durante la Guerra del Golfo, al poner en pantalla a pájaros cubiertos de petróleo, como víctimas de un derrame "provocado" por Irak, que correspondían al desastre del 24 de marzo de 1989, en que el buque Exxon Valdés derramó 42 millones de litros de petróleo en Alaska, contaminando 1.600 km de costas y provocando la muerte de miles de animales.

Entretanto, ha sucedido que en Estados Unidos y en Alemania fueron detenidos ciudadanos de origen árabe, "identificados" como terroristas pertenecientes al grupo o la organización que actuó el martes, que debieron ser puestos en libertad porque resultó evidente que no tenían nada que ver. Es decir: basta ser árabe, profesar la fe islámica o vestir su indumentaria tradicional para ser víctima de discriminación y exponerse a la agresión.

Al mismo tiempo, el diario romano la Repubblica reveló en su edición del viernes, que desde el Boeing desviado hacia Washington para atacar el Pentágono, hubo una llamada telefónica a la Casa Blanca para advertir que el avión presidencial Air Force One sería atacado. El detalle insólito, atribuido a las consecuencias de la globalización tecnológica, según el FBI, es que esa denominación del avión fue emitida en el código secreto que lo identifica.

La eventualidad de conexiones o ramificaciones en el interior de EE.UU. con el aparato logístico de los terroristas, que este detalle permite inferir, ni siquiera es mencionada como parte de una investigación, cuya naturaleza misma se desconoce. El célebre lingüista estadounidense Noam Chomsky, mostró una vez más su coraje intelectual, al declarar en estos días que el horror abatido el martes sobre su país "es un regalo" para la extrema derecha que sueña con imponer un sistema omnímodo de control y militarización del mundo.

Se ha naturalizado rápidamente la noción de que en el nuevo orden mundial que se está erigiendo, habrá avasallamientos "inevitables" de las libertades individuales y de la soberanía de los Estados, y que no alinearse detrás de EE.UU. equivaldría a un suicidio. En agosto de 1998, EE.UU. descargó una lluvia de misiles sobre Sudán y Afganistán, en represalia por atentados cometidos contra sus embajadas en Kenia y Tanzania. Pero un mes después, se conoció que la decisión de bombardear no se basó en prueba alguna.

La nueva versión del pensamiento único, que no admite discusión ni disidencia, como ocurrió durante la década del ''90 al imponerse la economía de mercado como opción excluyente de la humanidad, y que desde entonces arroja al sufrimiento o la muerte por hambre a gran parte de la población planetaria, ¿transformará en delito pensar de otra manera?

La venganza sanguinaria y espectacular es tan arcaica e incivilizada como el fanatismo. Traducido a términos de discurso, el fanatismo que mueve al terror y sus kamikazes, facilita las cosas, sobre todo vuelve innecesario pensar: todo responde a un orden simplista, esquemático y maniqueo, donde lo principal es odiar, sentirse implacable. ¿Washington habrá decidido adoptarlo como condición de eficacia para el combate contra el terrorismo en cada rincón del planeta?

Entre las modificaciones que aportó la última década del siglo XX, figura el hecho de que el poder de decisión pasó de las dirigencias políticas a las corporaciones de negocios. Con lo que, como acaba de advertir el dramaturgo estadounidense Arthur Miller, es un poder fuera de control.

Fonte: http://www.clarin.com/diario/hoy/i-03201.htm

 

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